Comentario
Un monje llamado Pelagio observó una noche una luminosidad en un desolado paraje del obispado de Iria-Flavia, actual Padrón. El monje comunicó su observación a su superior, el obispo Teodomiro, descubriéndose en el lugar indicado una cueva en cuyo interior apareció un arca de mármol donde se hallaron los restos del apóstol Santiago. ¿Por qué los restos del apóstol y no los de otro santo? La respuesta vendría dada porque Santiago es considerado el primer evangelizador de la península Ibérica. A raíz del martirio y muerte del apóstol que ocurrió en Jerusalén, sus discípulos Atanasio y Teodoro trasladaron sus restos hasta las costas gallegas a bordo de una barca y allí enterraron el cuerpo.
El descubrimiento se realizó el 25 de julio del año 814 y el monarca asturiano Alfonso II se trasladó en peregrinación al lugar, mandando edificar una pequeña basílica llamada de Antealtares y un monasterio encomendado a los benedictinos. El pequeño burgo empezó a crecer hasta convertirse en Compostela, cuyo nombre deriva según la tradición de Campus Stellae en alusión a las luces que permitieron el descubrimiento. El 6 de mayo de 899 se consagraba una basílica mayor que la anterior mandada construir por Alfonso III.
El descubrimiento de las reliquias del apóstol pronto se extendió por una Europa donde el culto a las reliquias se estaba convirtiendo en una obsesión al igual que la necesidad de encontrar un aglutinante que sirviera para expulsar todos los males que se cernían sobre el continente, en especial el Islam. No en balde, Santiago "colaborará" en numerosas ocasiones con los reyes cristianos en la Reconquista que se está llevando a cabo en la península y sus ejércitos combatirán valerosos al grito de "Santiago y cierra España".
Las primeras peregrinaciones se realizaron entre los fieles de los reinos peninsulares. Durante el siglo X Sancho el Mayor de Navarra realizó una serie de mejoras en la ruta que enlazaba con Santiago con el objetivo de dotar de mayor seguridad a los peregrinos. Entre esas mejoras encontramos la construcción de las primeras hospederías y monasterios. Esa etapa de seguridad finalizará con las temibles razzias de Almanzor, quien alcanzó incluso la capital compostelana y se llevó las campanas de la catedral hasta Córdoba a hombros de cautivos cristianos.
Avanzado el siglo X aparecen registrados los primeros peregrinos franceses. Ya podríamos hablar de un verdadero Camino de Santiago constituido por el llamado Camino Francés. Dos accesos procedentes de Canfranc y Roncesvalles se unen en Puente la Reina, que debe su nombre al puente construido para que los peregrinos cruzaran el río Arga. Desde esta villa un solo camino avanza cruzando el norte de la península Ibérica hasta su etapa final en la catedral compostelana.
En el año 951 Gotescalco, el obispo de Puy, a la cabeza de una comitiva de "jacquets" aparece recogido en un manuscrito redactado por el monje Gómez de la abadía riojana de San Martín de Albelda. Es el primer testimonio de una peregrinación procedente de Francia pero será el siglo XI cuando se produzca el mayor auge de las peregrinaciones jacobeas, procedentes de todo el mundo conocido. El éxito de las peregrinaciones debemos buscarlo en las numerosas hospederías, hospitales, monasterios y abadías que pone en marcha la Orden de Cluny, dotando de mayores "comodidades" al peregrino. Otro de los promotores de las peregrinaciones será el obispo compostelano don Diego Gelmírez quien consigue que en 1095 el papa Urbano II traslade la sede episcopal desde Iria Flavia a Compostela, con categoría de "sede apostólica" al igual que Roma. Gelmírez será a la vez el promotor de la construcción de la catedral tal y como la conocemos en la actualidad. Compostela, Roma y Jerusalén se convertirán en los tres centros más importantes de peregrinación cristiana.
La inseguridad continuaba siendo una de los principales problemas de la peregrinación por lo que se puso en marcha la Orden Militar de Santiago -en Cáceres durante el año 1170- cuyo objetivo sería defender a los peregrinos de los numerosos peligros que les acechaban en las rutas, especialmente los bandoleros. El siglo XII manifestó un nuevo desarrollo de las peregrinaciones mientras que en la centuria siguiente inició cierto declive aunque durante toda le Edad Media el número de peregrinos es muy elevado.
Los peregrinos de una misma comarca partían en grupo para defenderse mejor de los peligros, realizando el viaje en una época en la que la climatología era más favorable o las labores menores. Antes de iniciar la peregrinación, confiaban los bienes a un monasterio cuyo abad entregaba al peregrino el bordón, la calabaza, el rosario y la escarcela. El viaje duraría el tiempo que el peregrino deseara. Para fomentar los viajes estaban exentos del pago de peajes, portazgos, pontazgos y cubiertos de la rapacidad de alcaldes, señores, mesoneros y ladrones. El peregrino era respetado y protegido tanto por la sociedad como por las autoridades.
El papel desempeñado por el Camino será fundamental para los reinos españoles y para Europa ya que se producirá un fluido intercambio cultural, espiritual, económico, artístico, político o institucional entre las diferentes zonas por las que transita el camino. El arte románico en primer lugar y el gótico después penetrarán gracias al camino. Incluso los inmigrantes procedentes de Europa que se asentaban en España -llamados genéricamente francos- llegaban a través del Camino. No en balde, en reconocimiento de su trascendencia histórica y artística, el Consejo de Europa ha conferido al Camino de Santiago la calificación de Itinerario Cultural Europeo en la Declaración de Santiago del 23 de abril de 1987.